Los brasileños eligieron a su próximo presidente que tomará posesión el 1° de enero del próximo año. Su vicepresidente fue miembro de las Fuerzas Militares, al igual que buena parte del Congreso con el que gobernarán. Es la mayor incursión de los uniformados en la política desde la dictadura. ¿Un peligro para la región?
Brasil vuelve a manos de los militares: con el triunfo ayer en las urnas de Jair Bolsonaro, excapitán del ejército, quien fue elegido con el 55 % de los votos como el nuevo presidente de los brasileños, se consolida el poder de los uniformados. Su fórmula vicepresidencial, Hamilton Mourao, fue general del ejército hasta 2015 cuando pasó a retiro tras haber causado un escándalo por hacer apología al uso de la tortura durante la dictadura (1964-1985). La gobernación de Río de Janeiro queda en manos del exinfante de Marina Wilson Witzel, férreo partidario de la militarización de las favelas y del papel de los soldados para “devolver el orden”.
Ellos se suman a los 22 exmiembros del ejército que llegan al Congreso como diputados y a los 58 cargos que asumirán oficiales retirados en gobernaciones, asambleas, cámaras y otras instituciones regionales. Según la prensa brasileña, son cerca de 80 personas con nexos con las Fuerzas Armadas las que tendrán cargos de elección popular.
Y como si ese número ya no fuera importante, el presidente electo, quien tomará posesión el 1° de enero de 2019, dijo que su gobierno tendrá un alto componente militar. “En mi gabinete tendré a muchos militares (…) necesitamos jerarquía y disciplina para alcanzar orden y progreso”. Se dice que el general Augusto Heleno asumirá la cartera de Defensa; el teniente coronel de la Fuerza Aérea Marcos Pontes estará en el Ministerio de Ciencia y Tecnología, y Oswaldo Ferreira, exdirector de ingeniería del ejército, será el titular de Transporte, por nombrar solo algunos.