Las huellas del estallido social producto del paro del 28 de abril en Cali aún son visibles. Y no solo por los locales comerciales vandalizados, que hoy solo son fachadas de escombros –así como las estaciones del Masivo Integrado de Occidente (MIO) quemadas y destruidas–, sino por la agitación comunitaria que actualmente hace de la capital del Valle una ciudad polarizada. Una urbe repleta de miedos, divisiones y zozobra. Las secuelas de las feroces manifestaciones del primer semestre del año todavía son palpables en algunos sectores.
Prueba de ello es el anuncio de la llegada de la minga del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) el próximo 10 de diciembre a la ciudad para adelantar una protesta contra el Gobierno nacional. Desde el aviso mismo de la movilización, en Cali el rumor corrió como si se tratara de la preparación para una nueva guerra civil.
Sectores más radicales, representados por la congresista María Fernanda Cabal dejaron saber que la minga no será bienvenida de nuevo en Cali. ¿Qué marcó esa división tan profunda en la capital del Valle?
Durante las protestas y bloqueos que mantuvieron a Cali secuestrada por al menos dos meses, la minga indígena hizo presencia en la ciudad: sirvieron como protectores humanos para impedir el libre tránsito de personas y vehículos al interior de la ciudad, capturaron a supuestos policías infiltrados en las movilizaciones y aplicaron sus leyes en una ciudad donde la autoridad brilló por su ausencia en aquellos días.
Sin embargo, el episodio que rebosó la copa y creó el panorama de división actual fue el enfrentamiento entre la minga y ciudadanos de la Comuna 22, específicamente el barrio Ciudad Jardín.
Indígenas vandalizaron vehículos, entraron a conjuntos residenciales, dañaron viviendas, y algunas personas de ese barrio salieron armadas con ganas de hacer justicia por mano propia. El saldo: ocho comuneros nativos heridos con arma de fuego, daños por doquier y una huella imborrable –aún– de dolor, división y odios.
El paro finalizó, pero los rencores todavía están vivos. Por eso, cuando la minga anunció su regreso a Cali, la zozobra se apoderó de hasta el más optimista. María Fernanda Cabal fue la primera en lanzar pullas: “Pues no se lo vamos a permitir y todos los caleños tienen que salir a protestar porque si él quiere su minga, pues que se la lleve a su casa”.
Y aunque el mensaje parece ser de título personal, sí ha calado en muchas personas, especialmente de la Comuna 22, que no ven con buenos ojos una posible retoma de la ciudad y un nuevo periodo de protestas.
Hermes Pete, consejero del CRIC, respondió a Cabal con un tono más subido y desafiante: “(…) A eso vamos a Cali y también les decimos que si nos buscan, nos van a encontrar. Nosotros no vamos en son de pelea, vamos pacíficamente, pero vamos preparados porque si nos atacan tendremos que defendernos, nosotros no vamos a generar desmanes (…) Saldremos el 8 de diciembre y seguramente, si el Gobierno no avanza con las garantías, seguramente tampoco habrá Navidad”.
Esa última frase amenazante es la que hoy abre un panorama preocupante de qué pueda ocurrir en Cali a partir del 10 de diciembre.
Para el experto en seguridad, Gustavo Orozco, no hay duda de que la situación se pueda salir de control y termine en un nuevo estallido social en plena época decembrina, con la reactivación económica a cuestas y al menos dos megaeventos culturales (Festival Petronio Álvarez y Feria de Cali) financiados y a punto de realizarse.
“Ellos vienen bajo el manto de protesta, pero realmente el mensaje que están mandando es el de provocación. Dicen por un lado que se movilizan pacíficamente, pero por el otro que la Navidad está amenazada y que aquí la gente tiene que aguantar lo que ellos quieran hacer”, señala Orozco.
Dice también que de parte de la administración de Jorge Iván Ospina hay una total complacencia para que los indígenas lleguen a Cali y se instalen por los días que ellos consideren necesarios.
“Yo no tengo ninguna duda que esto se pueda salir de control, porque Ospina les abre las puertas, pero no les está exigiendo nada a cambio”, agrega.
Los pronunciamientos del alcalde Ospina frente a esta nueva movilización indígena han sido en favor de la minga: “Con respeto siempre y constituyendo un protocolo de llegada, la minga, como colombianos, puede transitar por cualquier parte del territorio”.
Lo único cierto hasta el momento es que no hay certeza de cuál será el papel de la minga en Cali, ni por qué protestan en esta ocasión. No se sabe cuánto tiempo, ni dónde se quedarán en la ciudad.