En la edición XXIX del Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, entre marimbas, violines caucanos y tambores que retumban con la fuerza de la memoria, una bebida ancestral se alza como protagonista indiscutible: el viche. Este destilado, nacido en las entrañas de la selva y transmitido de generación en generación en comunidades afrodescendientes del Pacífico colombiano, hoy no solo cura dolencias del cuerpo, también celebra la vida, la identidad y la resistencia cultural.
Una bebida que sana y cuenta historias
El viche fue concebido originalmente como un elixir medicinal. Las parteras y sabedores del Pacífico lo preparaban para aliviar cólicos, infecciones, picaduras o episodios de disentería, además de ser un aliado en la recuperación postparto. Cada trago era parte de un ritual íntimo que conectaba a la comunidad con su tierra, sus ancestros y sus saberes.
El mismo nombre “viche” tiene raíces bantúes. Palabras como bichi —que significa crudo o fresco— evocan su carácter puro, sin artificios, fiel a la herencia africana que navega en las venas de esta bebida.
De lo clandestino a patrimonio
Por décadas, el viche estuvo relegado a la sombra. Su producción artesanal fue invisibilizada, catalogada como ilegal o reducida a lo marginal. Sin embargo, en 2021 se produjo un giro histórico: mediante la Ley 2158, el viche fue declarado patrimonio cultural inmaterial de Colombia.
Esta legislación buscó reivindicar a los productores ancestrales, darles visibilidad y proteger un legado que había sobrevivido a la exclusión. Desde entonces, el viche dejó de ser un secreto en la selva para convertirse en un símbolo de orgullo nacional.
El viche en el Petronio: fiesta y resistencia
Hoy, en el Petronio Álvarez, el viche trasciende lo medicinal para convertirse en emblema de celebración. Los turistas que llegan a Cali con ansias de conocer los sabores del Pacífico encuentran en cada vaso de viche una experiencia sensorial cargada de historia.
En los corredores del festival, los emprendedores ofrecen distintas variaciones: arrechón, tumbacatre, tomaseca o el puritico, cada una con fórmulas que mezclan hierbas, miel, frutas y secretos familiares. El resultado: bebidas que no solo embriagan, sino que cuentan historias y transmiten herencias.
“El viche no se toma, se vive. Cada sorbo es memoria y alegría”, asegura doña Rosalba, portadora de tradición del litoral nariñense, mientras atiende su stand repleto de botellas decoradas con colores vivos.
Identidad que se saborea
Más allá del comercio, el viche en el Petronio es acto de resistencia y reafirmación cultural. Beberlo en medio del festival es conectar con los ancestros, con las luchas de los pueblos afrodescendientes y con la riqueza de un territorio que ha sabido transformar el dolor en arte y fiesta.
“Lo que antes se ocultaba ahora se celebra. Este festival es la prueba de que la cultura afrodescendiente tiene un lugar central en la identidad nacional”, comenta un investigador invitado al evento, quien destaca el papel del viche como motor de empoderamiento económico para las comunidades productoras.
De Cali al mundo
En esta edición, el festival espera un impacto económico superior a los 5 millones de dólares, con la llegada de más de 34.000 turistas. Muchos de ellos se llevan del Petronio algo más que música: cargan en sus maletas botellas de viche que cruzan fronteras y despiertan curiosidad internacional.
La bebida, que alguna vez fue estigmatizada, hoy aparece en cartas de restaurantes de autor, en bares urbanos y hasta en coctelerías de ciudades como Bogotá, Nueva York o Barcelona, donde empieza a ser reconocida como un licor premium con raíces ancestrales.
Viche: alegría en cada sorbo
El Petronio Álvarez ha hecho del viche símbolo de felicidad colectiva. Entre risas, abrazos y bailes que se extienden hasta la madrugada, esta bebida actúa como hilo invisible que une generaciones, territorios y memorias.
El viche ya no es solo medicina. Es canto, es danza, es resistencia. Es la voz de los ancestros transformada en fiesta. En cada botella late un pedazo del Pacífico, un recordatorio de que la cultura se celebra con el cuerpo, con el espíritu y, cómo no, con un brindis de viche.
Redacción: Calinoticia.com